1. Mami Tacos
La birria es un guiso tradicional típico del estado de Jalisco. Básicamente: olla, jarrete de ternera, baja temperatura, chupchup, chiles mexicanos, especias, limpiar, desmenuzar, poner sobre una tortilla y acompañarlo del caldito del guiso.
Y eso es en lo que está especializado Mami Tacos: solo birria. Tacos, ramen, quesadillas, quesabirria. Un restaurante súper concreto que convierte a sus clientes en parroquianos en su primera visita.
Calle de San Andrés, 31 (Malasaña)
2. Tobalá
Tobalá es a Madrid lo que el Rincón de Ademuz a Castilla La Mancha. Un exclave. Un territorio de unos pocos metros cuadrados que es México.
El nombre de este restaurante hace referencia a un agave (planta a partir de la que se hace el tequila) y su selección de tacos merece que le pongan al dueño un ático en Chamberí. El de lengua o el suadero son una cosa de otro planeta.
Una oportunidad, también, para probar platos poco comunes en restaurantes mexicanos impostados: sopes, chimichangas, chalupas poblanas, panuchos o pozole.
Calle de Gaztambide, 35 (Chamberí)
3. Xiongzai
El famoso restaurante chino del garaje de Plaza de España nos rompió el corazón cuando cerró. Pero siempre podemos consolarnos con el conocido como ‘el Winnie’ por usar al personaje de Disney en su decoración (y en un neón que se proyecta en el suelo a su entrada).
¿Hacer cola por comer en un restaurante? La respuesta rotunda es un sí. De hecho, es la única forma de comer en Xiongzai, que se especializa en sopas chinas y en dumplings (aunque ojito a sus tallarines fríos).
Calle San Leonardo, 3 (plaza de España)
4. El Escaldón
Queso asado, papas arrugás con mojo, carnefiesta, almogrote y, cómo no, escaldón con bien de gofio. El Escaldón es un trocito de Canarias en el corazón del Madrid de los Austrias, un paraíso insular entre cuatro paredes que trae un fisco de la buena vida canaria al ajetreo de la capital.
Con casi 18 años a sus espaldas, se trata del único restaurante canario con comida tradicional de Madrid. Sus platos, elaborados según el recetario de los abuelos de María del Mar, la dueña, son tan auténticos que no resulta raro encontrar entre sus mesas a canariones, conejeros o chicharreros. Ni tampoco a veganos o vegetarianos, ya que en su carta cuenta con alternativas vegetales a los platos tradicionales –imprescindible su bacalao encebollado al estilo de Tenerife a base de heura.
En invierno, podrás cenar en el interior del restaurante y sentir que estás en un guachinche tinerfeño. Sin embargo, si hace buen tiempo, te recomendamos que cenes en su terraza. Es tranquila, íntima y perfecta para una cita en pareja o un plan entre amigos.
Calle Nuncio, 17
5. La Cruda
Quizás te suene ese puesto tan pequeño (pero matón) del Mercado de San Fernando llamado Bendito, vinos y vinilos. Hace unos años, este beato espacio tuvo un hermano (curiosamente mayor) llamado La Cruda en el barrio de las Delicias. La Cruda es el sueño de Jose, un amante y connaiseur de los vinos naturales que quiere contagiar su amor vinatero.
En cuanto a las copas (o botellas) recomendamos dejarse recomendar y sorprender. En cuanto a la carta, los torreznos son de parada obligatoria: tan tiernos, esa carne que se deshace en la boca con ese crunch tostado, salado, delicioso, de una piel hiper crujiente. A mayores, el puerro a la brasa con romesco o sus tablas de quesos.
Divino Vallés, 28 (Delicias)
6. El Brote
Es fácil encontrar una hamburguesería nueva en Madrid, lo que es más complicado es encontrar un sitio especializado y en el que cenar algo que no sea pesado, El Brote que cumple todo esto. Setas de toda clase protagonizan platos de lo más variado (sí, incluso postres). Este pequeño local de La Latina es un paraíso para micólogos gracias al buen hacer de Pablo Roncal, Eduardo Antón y Álvaro de la Torre que le sacan el máximo partido en cada elaboración. La carta varía constantemente en función del producto de temporada, siempre hay una buena excusa para volver.
Calle de la Ruda, 14 (La Latina)
7. Haranita
Haranita es uno de los últimos restaurantes de Madrid que te deja seguir siendo espontáneo. No admiten reserva, solo te tienes que llegar y ponerte a la cola (suele haber, pero no tarda mucho). Sigue la estela de Nakeima, su hermano mayor (por edad que no por calidad).
En la carta, breve pero intensa, imprescindibles sus baos (de pollo y carabinero, el black con sepia encebollada y alioli…), los dumplings de papada con soja dulce y bolitas de arroz crujiente, los torreznos o el katsu sando de contramuslo de pollo. Los postres son y tienen forma de bomba.
Calle Víctor Hugo, 5 (Chueca)
8. Casa Brava
Casa Brava lleva poco en Madrid, pero en Rosario (Argentina) es un clásico para aquellos que les gusta alargar la cena todo lo posible y esa misma idea la han trasladado aquí. La música en directo, los sofás de terciopelo y las paredes de madera de este local de Malasaña acompañan a los platos que prepara Bando, el cocinero y cofundador. El pollo frito, pocos probarás tan jugosos, la milanesa o el boniato con yogur, miel y sriracha están entre nuestros favoritos.
Calle de Valverde, 4 (Malasaña)
9. Zíngara
Desde que abrió sus puertas en septiembre de 2022, se ha convertido en uno de los restaurantes de moda de la noche madrileña –por ahora solo abre en horario de cenas– y en uno de los locales de moda para tomar un buen cóctel en pleno centro.
Entrar en Zíngara es como entrar en la tienda de una vidente que descifrará tu futuro con solo ver los posos de una taza de café. Sin embargo, su decoración, oscura y mística, no es lo más sorprendente. Lo que verdaderamente llama la atención de este restaurante es su carta, que ellos mismos definen como una auténtica “caravana de sabores”.
Su oferta gastronómica, toda vegetariana y con guiños a diferentes países y culturas, va desde el saam coreano a la muhammara pasando por la causa acevichada o unas milanesas para chuparse los dedos. Aunque tampoco se quedan atrás sus cócteles para almas libres y espíritus rebeldes, que buscan contentar a todo tipo de paladares con opciones secas y potentes pero también afrutadas y dulces.
Plaza de las Salesas, 8
10. La Burlona
La Burlona es pura diversión. Una carta atrevida con un giro de tuerca en cada propuesta pero basada en lo más esencial: producto de calidad. Imprescindible (cualquier día del año, pese a que estemos en invierno) es su ensaladilla rusa con mayonesa aérea, la tortilla vaga de bacalao, piparras y emulsión de perejil (¡buf!), la flor de calabacín rellena de patata revolcona… y esa fantástica torrija con pan brioche de avellana y helado de vainilla.
Dos consejos: en los fuera de carta están los platos más épicos (así que sí, dejad nuestras recomendaciones a un lado y apostad por la sorpresa del día); bajad las escaleras tras la cena para disfrutar de su coctelería, El Trilero (el culmen perfecto a una deliciosa cena).
Calle de Santa Isabel, 40 (Antón Martín)
Fuente: https://madridsecreto.com/