En sus 125 hectáreas, el parque del Retiro cuenta con multitud de elementos arquitectónicos e históricos.

 

Hoy te contamos la historia de uno de ellos: la fuente egipcia, en la orilla meridional del estanque.

 

 

La fuente egipcia del Retiro, un monumento inacabado de casi 200 años

Morir sin ver terminado aquello a lo que le dedicaste buena parte de tu vida. La premisa es buen argumento para una tesis de lo que sea y es lo que le ha ocurrido a Justo Gallego, autor material de la Catedral de Mejorada del Campo, y es también lo que le pasó a Isidro González Velázquez, arquitecto de la fuente egipcia de El Retiro. La pergeñó en 1819, murió en 1840 y fue acabada en 1850 por Alfonso Rodríguez. 31 años de retraso para un proyecto que no debía tener tanta complicación y que esconde algún que otro misterio.

Su misterio principal, de hecho, está tan bien escondido que para buscarlo no basta con buscar en el espacio: hay que retrotraerse en el tiempo. La fuente egipcia fue coronada por una réplica de Osiris, que presidía un podio que hoy nadie ocupa. Y que de hecho nadie ocupa desde 1922: año en el que desapareció la estatua, como informó Pedro de Répide, cronista de la Villa.

Desapareció y nunca reapareció. Es decir: la estatua ahora puede estar en cualquier sitio (salvo el lugar en el que originalmente estaba, claro). Y no fue repuesta tampoco en 1995, año en el que el Ayuntamiento de Madrid restauró (a medias, claro) el monumento. Las esfinges que coronan los costados de la fuente, por ejemplo, fueron sustituidas.

La tripona

La tripona, la gorda, la canopa o la fuente de Osiris (sin Osiris). Como todo aquello que no resulta familiar –la inspiración arquitectónica de esta fuente no se encuentra en ningún otro edificio de Madrid– cada cual le da el nombre que quiere. Y los que se enumeran al principio de este párrafo son algunos de los sobrenombres por los que los madrileños reconocen la fuente del Retiro.

El porqué de estos nombres con cierta retranca radica en la figura que atrae miradas: un vaso funerario (o canopo: urna para guardar vísceras en la ancestral cultura egipcia) coronado por la cabeza de un Dios egipcio. La interpretación figurativa de la escultura llevo a los madrileños de la época a la macabra confusión que implica pensar que el porta-vísceras era realmente una barriga.

¿Quién mandó construirla?

Como a casi cualquier pregunta hecha sobre España en la década ominosa, la respuesta es la siguiente: Fernando VII, por desgracia. Dicen quienes han escrito sobre la fuente que Fernando pecó de esnob en la elección de los motivos que definirían la fuente. El rey Borbón quería una fuente y sin importarle la estética, le pidió a Isidro González Velázquez que bebiera de la moda del momento.

La moda era lo egipcio: así y según informan los expertos se combinaron trazas neoclásicas con trazas neoegipcias. El resultado fue el que es (más o menos) y la inspiración bebió de la obsesión francesa. Como franceses eran los soldados que habían habitado el Retiro durante los años anteriores al ordenamiento de su construcción: el Retiro anteriormente había sido una fortaleza militar y sí, la ocuparon las tropas francesas.

 

 

Fuente: https://madridsecreto.co/

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